Le volvió a ganar la partida pero perdieron los dos. La vicepresidenta, Cristina Fernández, logró que el presidente, Alberto Fernández, remodelara su Gobierno y sustituyera a media docena de ministros, entre otros, a Santiago Cafiero, su mano derecha y hasta el lunes, todavía oficialmente su jefe de Gabinete, el puesto más poderoso de un Gobierno en Argentina.
La resistencia a los deseos de su madrina política -y prácticamente jefa- del jefe del Estado, tras el batacazo de las primarias del domingo pasado, duró casi lo mismo que unos chocolates (importados) a la puerta de un colegio. En menos de una semana, el primer Fernández (sobre el papel) cedió y entregó a buena parte de los hombres del presidente que no eran del gusto de ‘ella’. En su lugar, resucitó –«a propuesta» de «ella»- históricos o incombustibles del ‘perokirchnerismo’, como al gobernador de la provincia de Tucumán, Juan Manzur. Exministro de Salud del Cristina Fernández de Kirchner entre 2009 y 2015, Manzur ocupará el puesto clave de Cafiero. Hombre de estrecha relación con el empresario establecido en España, Hugo Sigman, será el enlace entre el presidente y los ministros, el que, en teoría, está obligado a dar cuentas periódicamente en el Parlamento y convertirse en la sombra del Presidente. Su antecesor, como premio de consolación, pasará a ocupar la Cartera de Exteriores, un ministerio sorprendentemente devaluado donde el paso del canciller Felipe Solá ha servido poco o nada para mejorar la imagen de una Argentina en estado crítico.
A la renuncia ‘postpaso’ (Primarias Abiertas Simutáneas y Obligatorias) -de aquella manera- de la totalidad de leales a ‘Cristina’, tanto en primera línea como en los segundos escalafones, como medida de presión a Alberto Fernández, siguió otra embestida con la filtración de conversaciones (en rigor monólogo) de la diputada ‘ultracristinista’, Fernanda Vallejo, donde trataba a Alberto Fernández de «ocupa», «mequetrefe» y «enfermo» y al cesado -y canciller desde el lunes- Santiago Cafiero de «payaso». Sin acusar el mensaje Alberto Fernández, la vicepresidenta, de poca paciencia, hizo pública una carta en la que, sin medidas tintas, le leyó la cartilla al presidente y le exigió lo que ha cumplido (con alguna excepción): «que honre aquella decisión» suya de haberle puesto de candidato a presidente y se someta a su voluntad.
El único peón importante que la viuda de Kirchner no tumbo -dice que no tenía intención de hacerlo- fue el ministro de Economía que renegocia la deuda con el FMI. Sobre la gestión económica también tuvo un párrafo de rechazó al considerar insuficiente un préstamo del Fondo de, «44 mil millones de dólares, et, etc, etc, etc…» (así hasta 18 etc).
Designación más impactante
La designación más impactante del nuevo Gobierno fue sin duda la de Aníbal Fernández al frente del Ministerio del Interior, exjefe de Gabinete de ‘Cristina’, duro entre los duros, irónico, con habilidad para sacudirse a la prensa de encima y minimizar los problemas, sobre este hombre, curtido en política y en el poder, sobrevuelan acusaciones que le vincularon al llamado ‘triple crimen de General Rodríguez’, localidad donde aparecieron asesinados tres traficantes de efedrina, elemento imprescindible para la elaboración de la cocaína. El último nombramiento que podría afectar intereses de navieras españolas es el de Julián Domínguez, de nuevo al frente de Agricultura y Pesca (con el Gobierno de Cristina). Jaime Perzyck en Educación y Daniel Filmus en Ciencia, Tecnología e Innovación cierran los cambios con Juan Ross, secretario de Comunicaciones y Prensa. A su antecesor CFK, siglas por las que se la sigue conociendo, se refiere como «vocero presidencial al que nadie le conoce la voz» y le acusa de encabezar operaciones políticas entre bambalinas.
Tras la debacle de las primarias del domingo pasado, el enfrentamiento entre los dos Fernández adquirió tintes tan dramáticos como el de los resultados que anticipan una derrota el 14 de noviembre, fecha de las elecciones legislativas. De confirmarse, el oficialismo perderá la mayoría en el Senado y no lograría el control de la Cámara de Diputados. Si bien la política es el arte de lo posible y el peronismo capaz de lograr lo imposible, con esta guerra abierta parecería que noviembre no será el mes de un milagro K, más bien todo lo contrario. El principio del fin de este régimen.