Tras ser la primera potencia en darles su bendición política, China formaliza su apoyo a los talibanes con ayuda económica y humanitaria. Para congraciarse con el recién nombrado Gobierno interino y, sobre todo, con la población de Afganistán, Pekín ofrece 200 millones de yuanes (26 millones de euros) en alimentos y tres millones de vacunas contra el coronavirus.
Así lo propuso este miércoles el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, en un encuentro virtual con sus homólogos de otros países vecinos de Afganistán: Pakistán, Irán, Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán. A cambio de ayudar a los talibanes a reconstruir la economía afgana, Wang les instó a que rompieran con los grupos terroristas que, a su juicio, «se han dispersado e infiltrado en los países vecinos», según recoge el periódico ‘South China Morning Post’.
«Pedimos a los talibanes que corten completamente sus lazos con todas las fuerzas extremistas y tomen medidas combativas por la fuerza. Todas las partes deben reforzar el compartir la información y los controles en las fronteras, practicando arrestos inmediatos de grupos terroristas procedentes de Afganistán para asegurar la estabilidad regional», propuso Wang Yi.
Además de abogar por la lucha contra el tráfico de drogas, pidió institucionalizar estos encuentros de los titulares de Exteriores de los países vecinos. Una idea que su homólogo paquistaní, Shah Mehmood Qureshi, acogió encantado y enriqueció sugiriendo que Afganistán también estuviera presente en este nuevo foro. «Eso nos dará más efectividad a la hora de perseguir nuestros objetivos comunes de una paz y estabilidad duraderas», argumentó.
Mientras Occidente discute qué hacer con los talibanes, como planteó el miércoles en Berlín el responsable de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, China se apresura a ocupar el vacío tras la desbandada de la Casa Blanca. Pero, eso sí, le reclama a EE.UU. y sus aliados que «asuman sus responsabilidades en el problema de los refugiados». Tras acusar a Washington de llevar el caos a Afganistán con su ocupación y posterior retirada, Wang Yi exigió «las compensaciones necesarias para las naciones que estén dispuestas a recibir refugiados».
Reconocimiento al nuevo régimen
Más allá fue uno de los portavoces del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbin. Aunque no es uno de los más fieros «lobos guerreros» que han tomado la antes suave diplomacia china, sus críticas fueron tan duras como cargadas políticamente. «Lo que ha hecho EE.UU. en Afganistán en las dos últimas décadas es un ejemplo de manual que nos muestra las consecuencias de una intervención militar sin sentido y los intentos por imponer a otros la ideología y los valores de uno mismo», denunció, según informa la BBC.
A pesar de su apoyo a los talibanes, escenificado en la bienvenida que les dio el ministro de Exteriores Wang Yi en Tianjin en julio, antes incluso de que tomaran el poder, Pekín todavía no ha reconocido al nuevo régimen. Tras confirmarse esta semana que su Gobierno provisional está liderado por el núcleo duro de este movimiento integrista, entre los que hay cabecillas buscados por terrorismo, el portavoz chino de Exteriores no dudó en justificarlo. «China concede gran importancia al anuncio de un Gobierno interino. Se trata de un paso necesario para restaurar el orden interno y avanzar hacia la reconstrucción después de la guerra», señaló Wang Wenbin.
Al igual que su superior, también demandó que los talibanes corten sus vínculos con los grupos terroristas, especialmente con el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, al que Pekín acusa de estar detrás de los atentados y revueltas en la convulsa provincia musulmana de Xinjiang. Fronteriza con Afganistán y rica en petróleo y gas, esta vasta región poblada por la etnia uigur es estratégica para Pekín. Tanto que la ha convertido en un Estado policial con campos de reeducación y una fuerte represión para someter a los levantiscos uigures, muchos de los cuales se refugiaron en el pasado en Afganistán y recibieron ayuda de sus muyahidines. Para que eso no vuelva a ocurrir, el autoritario régimen de Pekín corteja con promesas millonarias a los talibanes, que ya los consideran el principal apoyo del nuevo Emirato Islámico.