Dando una de cal y otra de arena, como suele ser habitual con este régimen, Corea del Norte probó durante el fin de semana un nuevo tipo de misil de crucero de largo alcance. Según informa este lunes la agencia estatal norcoreana KCNA, los lanzamientos fueron el sábado y el domingo y «los misiles volaron 7.580 segundos con una trayectoria oval sobre la superficie y aguas territoriales» hasta «alcanzar sus objetivos a 1.500 kilómetros de distancia». Al contrario que en otras ocasiones, el joven dictador Kim Jong-un no estuvo presente en el ensayo, que fue supervisado por el mariscal Pak Jong-chon, miembro del presídium del politburó del Partido de los Trabajadores.
Esta nueva provocación tiene lugar justo después de que, en la madrugada del jueves, se celebrara un desfile de perfil bajo por el 73.º aniversario del régimen. Pero no supone una violación de las resoluciones de Naciones Unidas, que no impiden las pruebas de misiles de crucero, solo de los balísticos. Como estos últimos pueden recorrer distancias mayores y, en teoría, incluso golpear a Estados Unidos con una cabeza nuclear, han sido prohibidos por el Consejo de Seguridad de la ONU, pero no así los de crucero, que se consideran como una amenaza menor. Eso no significa que no sean peligrosos, ya que son más difíciles de detectar porque vuelan a menos altura y podrían incluso ir armados con una pequeña cabeza nuclear. Por ese motivo, Pyongyang los considera de una «importancia estratégica». Con un rango de 1.500 kilómetros, estos nuevos proyectiles son similares a los Tomahawk de EE.UU. y ponen a tiro buena parte del territorio de Japón, por lo que suponen un serio riesgo.
Sin saltarse las normas, Kim Jong-un envía así un mensaje al presidente Biden para retomar las conversaciones sobre desarme nuclear a cambio de ayuda económica y reconocimiento diplomático. Aunque el diálogo entre ambos países se ha estancado desde el fracaso de la cumbre en Hanói entre Kim Jong-un y Trump en febrero de 2019, Pyongyang quiere reabrirlo aprovechando, posiblemente, la humillante retirada estadounidense de Afganistán.
«El desarrollo de este misil de crucero de largo alcance, un arma estratégica de gran importancia para cumplir el objetivo del plan quinquenal de defensa, ha sido impulsado durante los dos últimos años según el proceso científico de desarrollo de armas fiables», anunció la KCNA. Por su parte, el Alto Mando de EE.UU. en el Indopacífico alertó de que «esta actividad pone de relieve el objetivo constante de Corea del Norte de desarrollar su programa militar y la amenaza que supone para sus vecinos y la comunidad internacional». Tal y como destacó la agencia de noticias Xinhua, «el compromiso de EE.UU. con la defensa de Corea del Sur y Japón sigue blindado» tras este nuevo desafío.
A pesar de sus penurias económicas, agravadas por el coronavirus como ha reconocido el propio Kim Jong-un, Pyongyang sigue apostando por la inversión militar y su diplomacia guerrera. Pero sin provocar demasiado a la Casa Blanca con un misil balístico.