Éric Zemmour (63 años), la revelación política de extrema derecha, uno de los protagonistas de la transformación del modelo político francés, anunció este martes su candidatura oficial de la presidencia de la República, cotizado como el segundo o tercer candidato con más intenciones de voto en la primera vuelta del mes de abril.
Zemmour lleva varios meses haciendo una precampaña muy ruidosa, presentado su último libro, ‘Francia no ha dicho su última palabra’, acompañado de numerosos periodistas que han dado cuenta de muy agrias polémicas.
Hasta hoy, todo el programa político de Zemmour se resume con tres palabras: inmigrantes, negros y musulmanes.
A la espera de presentar, más adelante, un programa político global, Zemmour responde a todos los problemas de Francia con diferentes variantes sobre esas tres palabras: ¿Cómo acabar con el déficit y la deuda? «Cortando los servicios ofrecidos a los inmigrantes». ¿Cómo crear riqueza para mejor repartirla? «Suprimir de los presupuestos nacionales todas las partidas que benefician a la Francia multicultural». ¿Cómo combatir la inseguridad? «Expulsando a todos los ilegales y encarcelando a moros y negros peligrosos». ¿Cómo combatir las amenazas terroristas? «Luchando contra el islam de Francia».
A la espera de futuras precisiones, las posiciones de Zemmour sobre Europa, las relaciones trasatlánticas y el puesto de Francia en la nueva sociedad internacional, se resumen en un nacionalismo ultra, veladamente hostil a EE.UU. y muy simpatizante de la «autoridad enérgica» de Vladimir Putin. Ante la UE, el candidato Zemmour defiende la «restauración de la soberanía nacional». Sin romper expresamente con la Unión, el candidato ultra propone la «prioridad» al derecho, la justicia y la «soberanía nacional». Cuando buena parte de la UE denuncia el comportamiento de Putin ante la crisis de los refugiados y migrantes en las fronteras de Polonia, Zemmour confiesa su «respeto y simpatía» por Putin.
Intención de voto
A cinco meses de las próximas presidenciales, Zemmour se ha instalado en el segundo o tercer puesto de los candidatos a la jefatura del Estado, con un 14 o 15% de intenciones de voto en la primera vuelta, detrás de Marine Le Pen (entre 19 y 20% de intenciones de voto) y Emmanuel Macron (entre 25 y 28% de intenciones de voto). Cifras que confirma la transformación en curso, muy profunda, del paisaje político francés.
La candidata socialista a la presidencia, Anne Hidalgo, solo tiene entre 5 y 6% de intenciones de voto. El candidato comunista, F. Roussel, nunca obtiene más de 2 % de intenciones de voto. El candidato de extrema izquierda, JL Mélenchon, oscila entre 8 y 9% de intenciones de voto. El candidato ecologista nunca va más allá del 6,5% de intenciones de voto.
No se trata de un fenómeno coyuntural. La extrema derecha de la familia de Le Pen es el primer partido obrero desde hace más de veinte años. Socialistas y comunistas llevan una larga década perdiendo peso y electores. La extrema derecha lleva varios años creciendo y cuenta hoy con dos candidatos rivales, Le Pen y Zemmour. Rivalidad que tiene un gran beneficiario, Emmanuel Macron, gran favorito si no se aparece un candidato conservador que pueda rivalizar con éxito contra la derecha ultra y extrema.