Alexander Schallenberg, que jura hoy su cargo como nuevo canciller de Austria, proviene de una antigua familia noble austriaca que lleva el nombre del castillo de Schallenberg en la Alta Austria, cuyo escudo de armas familiar muestra un león coronado. Él, sin embargo, se ha descrito a sí mismo en una entrevista como «plebeyo desde mi nacimiento». Es hijo del exdiplomático y secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores Wolfgang Schallenberg. Debido a que Schallenberg Senior se desempeñó como embajador, pasó su infancia y juventud en los respectivos lugares donde trabajó su padre: nació en Suiza, luego en India, España y Francia. Disfrutó de una educación académica de élite en la Facultad de Derecho de la Universidad de Assas de París y en el Colegio de Europa en Brujas.
No era miembro del Partido Popular Austriaco (ÖVP) cuando fue nombrado por primera vez Ministro de Relaciones Exteriores, en el gabinete de Bierlein, ni cuando fue confirmado en su cargo ministerial en el segundo gabinete Kurz, en enero de 2020. Pero poco después se unió a un partido en el que si sitúa en su zona más conservadora en lo que respecta a la inmigración. «Soy un hombre de convicciones muy firmes en política migratoria», ha descrito, «estoy convencido de que cualquier distribución de refugiados en Europa solo resultará en más flujos de refugiados». En septiembre de 2020, Schallenberg subrayó la postura de Austria de no aceptar a una sola persona del campamento de Moria. «Creo que tenemos que desmotivar este debate, tenemos que racionalizarlo. Cada vez que un barco llega a las costas de Europa o hay un incidente en un campamento o una emergencia, surge un clamor inmediato de distribución. Esa no puede ser la solución, por favor», defendió en la televisión pública austriaca. Más tarde lamentó su elección de palabras, pero se mantiene firme en su postura al respecto: «Soy claramente un creyente y el populismo, por favor, no lo es en absoluto», rebate los argumentos procedentes de organizaciones cristianas.
Es considerado un proestadounidense recalcitrante y no se apartó ni un paso de esta posición durante la presidencia de Donald Trump. En el programa de gobierno de 2020 fijó en la redacción un capítulo sobre «Ampliación de la alianza estratégica con los Estados Unidos de América». También es un amigo declarado de Israel. Cuando ordenó izar la bandera israelí en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en mayo de este año, bajo la impresión del lanzamiento de cohetes contra Israel por parte de Hamas, hubo de soportar críticas a las que ni siquiera contestó.
Después de estudiar derecho, Alexander Schallenberg comenzó su carrera profesional en 1997 en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Viena. De 2000 a 2005 dirigió el departamento jurídico de la Representación Permanente de Austria en Bruselas, estableciendo así estrechos vínculos con la prensa destacada en la capital europea. A día de hoy, mantiene una buena relación con los medios. Se le considera sociable y afable.
En 2006, Schallenberg regresó a Viena y se desempeñó como portavoz de prensa de los ministros de Relaciones Exteriores de la ÖVP Ursula Plassnik y Michael Spindelegger durante muchos años. En 2013, Sebastian Kurz lo nombró jefe de la unidad de personal para la planificación estratégica de la política exterior y siguió ejerciendo de portavoz hasta que le fue encomendado el Ministerio de Exteriores. Fue desde este cargo desde donde profundizó una relación de confianza con Sebastian Kurz. Nadie duda sobre la continuidad de esa relación personal y la oposición teme que Kurz siga susurrando consejos de táctica política a sus oídos.
Sin redes sociales
Schallenberg fue el responsable de la redacción del capítulo sobre Europa y política exterior, por parte del ÖVP, durante las negociaciones para formar coalición de gobierno con el FPÖ en 2017. En ese gobierno, el cargo ministerial fue otorgado a Karin Kneissl, dado que la cartera correspondía al FPÖ. Y volvió a dirigir la negociación con Los Verdes para la actual coalición después de que Kurz rompiese con la extrema derecha. Ahora, su designación como Canciller cuenta con el apoyo unánime del partido, pero se convierte en canciller federal, como lo fuera en su día el socialdemócrata (SPÖ) Christian Kern, sin haber ganado, ni siquiera haber participado nunca, en unas elecciones.
Hoy tiene 52 años. Está divorciado y es padre de cuatro hijos. Schallenberg cerró sus cuentas de redes sociales hace años porque encontró este tipo de «comunicación de confrontación inútil» y la terminó unilateralmente. Su designación como canciller ha caído para casi todos como una sorpresa y en sus primeras declaraciones se ha limitado a decir que «tenemos mucho por hacer». Dirigirá un gobierno en el que participan los Verdes, a kilómetros de distancia del ÖVP en cuestiones migratorias. Y después de los recientes incidentes en torno a la persona de su amigo Kurz, es probable que el ánimo entre los socios de la coalición se haya enfriado aún más. Schallenberg dejó claro en una entrevista televisiva a finales de septiembre: «Estos son dos partidos muy diferentes que forman una coalición. Esto no es una historia de amor. A veces hay una crisis. Pero la cooperación en realidad funciona muy bien y todavía tenemos mucho por hacer en los próximos años».