El ejército de EE.UU. ha admitido que el ataque con dron que ejecutó en Kabul en los últimos días de la evacuación de sus tropas y personal diplomático impactó en un objetivo equivocado. El ataque, que se produjo el pasado 29 de agosto, fue contra un coche que entraba en un patio de un edificio residencial en Kabul y en él murieron siete niños y tres adultos.
El objetivo era el conductor del coche, al que la inteligencia estadounidense relacionaba con Estado Islámico-Jorasán, un grupo terrorista que ha ganado presencia en Afganistán. Pocos días antes del ataque, ese grupo reivindicó el atentado suicida a las afueras del aeropuerto de Kabul que, en el caos de la evacuación de occidentales y aliados afganos, mató a trece militares estadounidenses y más de 170 civiles afganos.
Hasta ahora, el Pentágono había defendido la acción militar como un «ataque justificado». Poco después de que se produjera, el Comando Central del ejército de EE.UU. detalló que se detectaron «explosiones secundarias», lo que demostraba la presencia de explosivos.
La realidad fue muy diferente. Esas explosiones secundarias solo fueron la llamarada consecuencia del impacto y detonación sobre el vehículo. Como detallaron varios medios estadounidenses en los últimos días, el objetivo del ataque no fue un miembro de un grupo terrorista sino Zamarai Ahmadi, que durante muchos años trabajó para una organización humanitaria estadounidense. La vigilancia por dron detectó que había un operativo de Estado Islámico-Jorasán oculto en una vivienda y se le vio cargando el coche con explosivos para un ataque inminente. Era Ahmadi, que cargaba bidones de agua para su familia.
El máximo responsable del Comando Central compareció ayer para reconocer el error. «El ataque se ejecutó bajo la creencia sincera de que evitaría un ataque inminente a nuestras fuerzas y evacuados en el aeropuerto, pero fue un trágico error y ofrezco mi disculpa más sincera», dijo el general Frank McKenzie.