En las afueras de Tallín, capital de Estonia, todavía pueden verse edificios de arquitectura comunista que recuerda que un día este pequeño país de algo menos de 1,5 millones de habitantes formó parte del conglomerado de repúblicas de la Unión Soviética. También en los mercados locales puede uno comprar láminas o imanes con el rostro de Lenin o Stalin.
Esto choca con la política que desde que en 1991 este país báltico se independizara de la URSS, está llevando el gobierno estonio para desligarse por completo de su pasado. «En 1975 nadie se refería a Francia como un antiguo país ocupado por los nazis. Por eso no me gusta que se refieran hoy en día a Estonia como ex república… Ver Más