La toma de posesión de Petr Fiala como primer ministro checo deja para la historia una fotografía muy peculiar y que servirá para recordar cómo esta joven democracia superó uno de esos delicados momentos que sirven de prueba a la solidez de las instituciones. El presidente checo, Miloš Zeman, cuya hospitalización impidió durante semanas el procedimiento legal de formación de gobierno, cumplió con su protocolaria presencia en la ceremonia institucional en una urna de cristal, aislado de posibles infecciones debido a la debilidad de su sistema inmunológico, en silla de ruedas y transportado por un equipo especial sanitario.
Termina así un periodo de incertidumbre, después de unas elecciones en las que el conservador Petr Fiala, al frente de la coalición de cinco partidos SPOLU (Juntos) y aunque por una estrecha diferencia, ganó las elecciones contra el magnate populista Andrej Babis. Hasta que Fiala no nombre a su equipo de gobierno, cohabitará en el Ejecutivo con Babis. Ha prometido formar un «gobierno fuerte y estable» basado en sus 108 escaños de un total de 200 que tiene el parlamento checo.
Fiala nació a la vida pública cuando era estudiante, en la Revolución de Terciopelo que marcó para siempre su vida. En las manifestaciones por la libertad conoció a la bióloga Jana Fialová, con la que se casó dos años después y con la que ha tenido tres hijos. Profesionalmente, se dedicó a la vida académica. Era rector de la Universidad Masaryk de Brno, su ciudad natal, cuando dio el salto a la política, en 2012, como ministro de Educación en el gabinete de Petr Necas, y posteriormente fue elegido presidente del Partido Cívico Democrático (ODS), desde el que prometió terminar con Babis y con su régimen de corruptelas. Ese objetivo le permitió entrelazar una red de alianzas con otras formaciones políticas con las que apenas comparte más intenciones que esa, lo que augura un gobierno de trayectoria tortuosa.
Fiala aprovechó una enmienda a la ley electoral que otorga mejores condiciones a los partidos que se presentan en coalición que si se presentasen por separado y reunió en torno a su proyecto a los democristianos, al TOP 09, a los Piratas, a los Alcaldes y a los Independientes. Juntos se enfrentarán no solamente a la pandemia, sino también a graves problemas de desempleo, medio ambiente y política exterior. Fiala pretende reorientar el país hacia la UE y hacia la OTAN, alejándolo de la cercanía a Rusia y China que había propiciado Babis.
«Haré que sea un gobierno de cambio para el futuro y que resuelva los problemas acuciantes y los cambios para asegurar un mejor futuro a los ciudadanos y a sus descendientes», dijo durante la toma de posesión, en la que agradeció a los sanitarios su dedicación y llamó a la población a la responsabilidad y a la vacunación. «La libertad está unida a la responsabilidad y quiero agradecer sobre todo a aquellos ciudadanos que se han dejado vacunar. A los que no quieren, les pido que lo consideren y lo hagan porque es necesario para la protección de la su salud y de la salud de los demás», dijo, en el contexto de la incidencia más alta del mundo, con 1.231 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en una semana y con una vacunación completa que no alcanza al 60% de la población. Se refirió también a la «necesaria vuelta a la estabilidad de las cuentas públicas», tras una «mala gestión económica y sujetos a unos malos presupuestos para 2022 y a los altos precios de la energía y la inflación».
En la campaña electoral, Fiala ha mantenido algunas posiciones ligeramente euroescépticas, aunque muy lejos de la política anti europea de Babis. Reiteradamente se ha declarado en contra del matrimonio homosexual y en agosto de 2016, en el contexto de la crisis de los refugiados, declaró que el Islam radical está en guerra con Europa y que la UE no debería aceptar en su territorio refugiados que supongan un riesgo para la seguridad. En su momento, se manifestó contra la participación de Rusia y China en la construcción de la central nuclear de Dukovany y ha puesto en duda que el cambio climático se deba principalmente al impacto humano. En 2020 condenó el «vandalismo» de quienes dañaron la estatua de Winston Churchill en Zizkov bajo la acusación de que «era un fascista», recordando que «fue un gran político democrático y que contribuyó a la derrota de Adolf Hitler». Ha interpretado su victoria electoral como «un deseo de cambio de los checos», teniendo en cuenta que el resultado electoral tuvo como consecuencias, por primera vez desde la caída del régimen comunista, la salida del parlamento tanto de los comunistas como de los socialistas.