Por primera vez, la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, ha reconocido la presencia militar de Estados Unidos en esta isla reclamada por China, lo que avivará aún más la tensión con el régimen de Pekín. En una entrevista con la CNN, la primera concedida a una televisión internacional en casi dos años, Tsai confirma las noticias al respecto publicadas a principios de este mes y asegura que «tenemos un amplio rango de cooperación con EE.UU. sobre el incremento de nuestra capacidad defensiva». Pero no responde cuántos soldados norteamericanos hay en la isla entrenando a las tropas taiwanesas y se limita a decir, con una media sonrisa, que «no tantos como la gente piensa».
A tenor de la CNN y otras informaciones previas, serían solo unos veinte o treinta y, además, estarían en la isla para proteger la legación diplomática estadounidense. Pero, con independencia de su número, su presencia es considerada por China como una provocación y una «invasión» porque reclama su soberanía sobre Taiwán. Aunque esta isla de 23 millones de habitantes permanece separada del continente desde el final de la guerra civil en 1949 y es un país independiente «de facto», Pekín se ha propuesto reunificarla, incluso por la fuerza.
Dentro de su auge como superpotencia militar y su expansión marítima, China ha elevado la presión sobre Taiwán desde que Tsai llegó al poder en 2016 con su discurso soberanista, muy distinto al acercamiento que propugnaba el anterior Gobierno del Kuomintang (KMT). A su juicio, «la amenaza de China está aumentando cada día» porque «la situación ha cambiado mucho (desde 2016) y el plan de Pekín para la región es muy distinto».
Además de mantener disputas territoriales con Japón y de expandirse por el Mar del Sur de China, el régimen «capicomunista» de Pekín tiene en el punto de mira a Taiwán. Durante los primeros cinco días de este mes, coincidiendo con las vacaciones de su Día Nacional, China envió 150 aviones de combate sobre su Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIF, en sus siglas en inglés). Una demostración de fuerza que llevó al ministro de Defensa taiwanés a alertar de que «la tensión en el Estrecho de Formosa era la peor de los últimos 40 años».
A solo 180 kilómetros de China continental (130 en su tramo más corto), esta zona es una de las más calientes del planeta porque, si Pekín ataca,
EE.UU. está obligado a defender la isla por el Acta de Relaciones con Taiwán de 1979. Aunque solo un año antes Washington había cambiado sus relaciones diplomáticas con Taipéi por Pekín, sigue siendo el principal aliado y suministrador de armas de la isla.
En caso de una invasión china, EE.UU. tiene el «compromiso» de acudir en ayuda de Taiwán, como recordó la semana pasada el presidente Biden. Como la Casa Blanca matizó luego que no había cambiado su política de «ambigüedad estratégica», sus palabras acabaron causando más confusión que confianza. A pesar de estas «diferentes interpretaciones de lo que dijo el presidente Biden» sobre el apoyo militar de Washington a Taiwán, Tsai dejó claro que «tengo fe, dada la larga relación que tenemos con EE.UU. y, además, el respaldo de su gente, su Congreso y esta Administración han sido muy útiles».
Preguntada si tiene interés en hablar con el presidente de China, Xi Jinping, Tsai contestó que «una mayor comunicación sería útil. Así reduciríamos los malentendidos. Dadas nuestras diferencias en sistemas políticos, podemos sentarnos y hablar sobre ellas para llegar a acuerdos que nos permitan coexistir pacíficamente». Pero la distancia cada mayor que separa a las dos China en el Estrecho de Formosa amenaza con arrastrar a EE.UU. y desatar la III Guerra Mundial.