Los socialistas portugueses dieron una vuelta de tuerca al concepto de coalición hace cuatro años y se les ocurrió utilizar la palabra ‘geringonça’, es decir, invento, artilugio. ¿Por qué? Porque tendieron la mano al Bloco de Esquerda (similar a Unidas Podemos) y al Partido Comunista.
Sin mercadeo de ministerios como en España, eso sí, sellaron un «acuerdo» de gobernación que duró toda una legislatura, pero no acabó muy bien debido al recelo mutuo entre las dos formaciones de la izquierda radical.
Esas desavenencias continúan y se han convertido en el mar de fondo que ha desembocado en el rechazo del Parlamento a los Presupuestos Generales del Estado, calificados paradójicamente por varios ministros como «los más izquierdistas de la democracia».
Así las cosas, ningún partido de ese flanco ha mostrado su satisfacción al respecto. Los Verdes se decantaron por una negativa rotunda, a los animalistas no se les ocurrió otra cosa que abstenerse porque el proyecto no contenta sus expectativas sobre las mascotas (sic) y… el Bloco de Catarina Martins rivalizaba con los comunistas a la hora de lanzar balones fuera en esta mecha de la crisis política, encendida de repente y abocada a desatar todo un maremágnum de acontecimientos en los próximos meses.
El régimen de contrataciones, en especial por lo que respecta a los jóvenes y su precariedad, así como la larga carrera contributiva que continúa exigiéndose a los portugueses han decidido a los correligionarios de Pablo Iglesias, primero, y Yolanda Díaz, en la actualidad, a no apoyar las intenciones de los socialistas.
Asuntos como el hundimiento económico de Novo Banco y TAP Air Portugal, con millones de euros de ayudas del Estado y retorno cero, han terminado de ensanchar aún más la brecha entre BE y los comunistas, que no dan su brazo a torcer en su estrategia a la contra.
Intransigencia
Si el Ejecutivo hubiera dado cancha a sus cauces de comunicación con el Partido Comunista y le hubiera complacido en el fin de la caducidad de los contratos colectivos, hoy todo sería distinto. Pero Jerónimo de Sousa se mostró intransigente, en gran parte porque era una bandera de la Confederación General de Trabajadores de Portugal.
Y los socialistas no supieron captar la gravedad del momento. Pensaron que tanto el Bloco como los ortodoxos ‘camaradas’ de Jerónimo de Sousa darían su brazo a torcer con tal de frenar un posible avance del PSD, esos conservadores inmersos en un inoportuno proceso de renovación, con Rui Rio temiendo la irrupción en sus propias filas del emergente Paulo Rangel.
El Bloco ha evidenciado, en cambio, una actitud más global, como si el papel de juez le sentara bien a su líder, Catarina Martins, cada vez con un tono más amenazante y una firmeza que se ha revelado insoslayable.