El silencio ha sobrecogido el World Trade Center de Nueva York, el principal escenario del mayor ataque sufrido por EE.UU. en su historia, en el vigésimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Fue a los 8.46 de la mañana en Nueva York, el instante en el que el primer avión secuestrado por terroristas de Al Qaeda impactó en la hermana Norte de las Torres Gemelas. Solo el tañido de las campanas de la capilla de St. Paul, que tiene su cementerio pegado a lo que fue la Zona Cero de los ataques, rompió la quietud del momento, que se repetiría después en los otros momentos significativos del atentado: el impacto del segundo avión contra la torre Sur, el ataque con un tercer avión secuestrado al Pentágono, el accidente de una cuarta nave en una zona rural de Pensilvania -los pasajeros y la tripulación ya sabían lo que había ocurrido en Nueva York y Washington y se enfrentaron a los terroristas- y los derrumbes de las dos torres. Fallecieron casi tres mil personas.
Las campanas de St. Paul -la iglesia más vieja de Manhattan, levantada en 1766 y que, de forma milagrosa, fue una de las pocas estructuras que sobrevivieron a los ataques- doblaron por todos ellos. Los nombres de las víctimas se leyeron uno a uno, en una letanía interminable.
Muchos de ellos eran compañeros de Mike, que pertenecía al cuerpo de bomberos de Nueva York (FDNY, en sus siglas en inglés), el colectivo más afectado por la tragedia. «Todos los héroes que no pudieron volver a casa es lo que me duele de verdad», decía a este periódico sobre las pérdidas de sus compañeros. Iba vestido con una camiseta del FDNY y la cara quemada por el sol. Él pertenecía entonces a una estación de Brooklyn y vino hasta aquí tras los ataques. Sobrevivió a los ataques. «No soy muy consciente de lo que pasó aquel día, la adrenalina te hace trabajar en el caos», dice sobre un momento «para el que nadie está preparado. Solo sabíamos que era horrible».
Mike, como muchos otros que participaron en labores de rescate, sufre cáncer por la inhalación del polvo tóxico que dejaron los derrumbes. Aquello convirtió las calles de esta zona, hoy impolutas, entre rascacielos refulgentes de nueva creación, en un mar de ceniza.
Como Mike, muchos neoyorquinos se concentraron en las inmediaciones de la Zona Cero, en un ambiente de recogimiento y recuerdo. Todo el complejo del World Trade Center, surgido del amasijo de cristal, metal y escombros que dejaron los ataques, estaba cerrado al paso. Solo pudieron entrar autoridades -entre ellos, el presidente de EE.UU., Joe Biden-, supervivientes y familiares de las víctimas.