El poder de convocatoria entre la extrema izquierda latinoamericana de Andrés Manuel López Obrador es innegable. El presidente de México ha ejercido en estas dos jornadas (viernes y sábado) como el anfitrión en la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Ciudad de México, en la que ha conseguido reunir, después de un lustro, a 17 jefes de Estado -más la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez y una docena de cancilleres- que pretende otorgar las herramientas precisas para combatir la pandemia, comenzar un fondo para desastres naturales y crear un ente para una carrera espacial común.
Pero, bajo esta premisa subyace la notoria intención de imprimir carácter a este mecanismo regional para sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA) y así poder zafarse de un ente en el que América Latina y El Caribe están bajo la supervisión de los todopoderosos Estados Unidos y Canadá, que nunca han formado parte de la Celac.
En esta reunión se debería dar absoluta prioridad a los tres fines por los que México -presidente pro tempore de la comunidad durante dos años consecutivos- ha convocado a los 33 países que lo conforman: la producción de vacunas y la lucha contra el cambio climático. Además, los diferentes gobiernos latinoamericanos pretenden plantar la semilla para la creación de un ente que le otorgue mayor presencia internacional y un proyecto que se auspicia como fundamental: la formalización de la Agencia Regional Espacial para lanzar un satélite que vigile los fenómenos meteorológicos y mejore la comunicación móvil y el plan de seguridad alimentaria en sinergia con la ONU.
Además, está sobre la mesa la creación de una vacuna conjunta, entre los cuatro países que la están llevando a cabo, para luchar contra el Covid-19 y reducir la dependencia de grandes laboratorios y donaciones extranjeras.
La presencia de Maduro y Castillo
A finales de 2011 ya se vieron las caras una treintena de jefes de Estado en la inauguración de la primera cumbre transcurrida en Caracas con un Hugo Chávez ejerciendo de coordinador. Lo más curioso es que el proyecto consiguió cuajar un año antes como una idea en México para que naciera la «semilla de la América nueva», según declaró Felipe Calderón, entonces presidente mexicano y afiliado al Partido Acción Nacional (PAN), considerado la derecha del país mesoamericano.
El que fuera el mandatario hace dos sexenios (del 2006 al 2012) comentó como recibió a presidentes de «todos los signos políticos», aunque desaprueba la invitación del actual presidente, López Obrador, a su homólogo cubano Miguel Díaz-Canel, dos meses después de las protestas de la población. Así Calderón ha manifestado que «en los eventos patrios los protagonistas fueron exclusivamente mexicanos».
En la primera cumbre de la Celac, hace once años, Calderón afirmó consolidar la comunidad como «el vínculo de unión en la que todos los estados son hermanos». Sin embargo, otros mandatarios ya dejaban ver sus intenciones. Así, Hugo Chávez declaró en la misma reunión: «A medida que pasen los años la Celac dejará atrás a la vieja y desgastada OEA». Ya por aquel entonces Venezuela afirmaba que la OEA obedecía a los intereses de Estados Unidos y estaba obsoleta ante la influencia de la superpotencia en esta organización.
Aún sin consenso entre los 33 miembros del bloque, México con el Gobierno de López Obrador en el poder tiene claro su parecer en palabras del ministro de Asuntos Exteriores, Marcelo Ebrard: «Es hora de decirle adiós OEA en su sentido intervencionista, injerencista y hegemonista y que venga otra organización que construyamos políticamente en acuerdo con Estados Unidos».
Lo cierto es que la llegada de Miguel Díaz-Canel a México está creando controversia como demuestra las continuas manifestaciones, a favor y en contra, del mandatario a las puertas de la embajada de Cuba, sita en la colonia residencial de Polanco. La aparición de Nicolás Maduro por sorpresa en la noche del viernes a la Ciudad de México, acompañado de su pareja Cilia Flores y su hijo Nicolás Maduro, aumentará el foco sobre su reunión con López Obrador.
Una de las n
otorias ausencias es la de Alberto Fernández, presidente de Argentina, después del varapalo electoral del kirchnerismo en el que el 70% de los argentinos no votó al peronismo lo que ha provocado la dimisión de varios ministros y que ha obligado a Fernández al reemplazo de su gabinete empezando por la cartera de Relaciones Internacionales y continuando por Educación, Ciencia, Justicia, Agricultura y Seguridad, entre otros. Fernández debería haber tomado el testigo de la presidencia de la Celac.
El presidente peruano, Pedro del Castillo, también está presente en una visita de 24 horas en el considerado como su primer viaje oficial al exterior. Un mandatario que persiste en su silencio ante la prensa y con una agenda oficial casi secreta en la que sólo ha trascendido un lacónico mensaje: «Reafirmar el compromiso del Perú con la democracia y los derechos humanos ante la comunidad internacional». Castillo es más que bienvenido a México, como constata las declaraciones de López Obrador a su llegada al poder: «Es mucho lo que nos une». «Nos da muchísimo gusto este triunfo», agregó López Obrador. Por el contrario, Jair Bolsonaro rechazó la invitación porque, según sus palabras, esta cumbre «daba protagonismo a regímenes no democráticos».
AMLO consciente de la pérdida de poder, tal y como refleja las últimas elecciones intermedias en las que no consiguió la ansiada mayoría calificada necesaria para una pretendida renovación de la Constitución, se hace fuerte en un liderazgo internacional para mantener a la izquierda en el poder en una Latinoamérica que ha sufrido gravemente por la crisis sanitaria y económica.