«Vamos por una democracia directa y participativa y hoy le tiendo la mano a mis opositores, llamaré a un diálogo a partir de mañana con todos los sectores de la nacionalidad hondureña, para que podamos encontrar puntos de coincidencia que permitan encontrar las bases mínimas para un próximo gobierno». Estas palabras conciliadoras pueden sonar como un bálsamo –al menos en la teoría– para un país víctima de la inestabilidad política durante décadas. Eran las primeras que pronunció la izquierdista Xiorama Castro de Zelaya tras atisbar su victoria en las urnas el pasado domingo, cuando los porcentajes todavía fluctuaban y no había concluido el recuento, y su oponente, el conservador Nasry Asfura, se empeñaba en declararse también vencedor. Pero la brecha… Ver Más