Yunior García Aguilera se ha convertido en menos de un año en una figura terriblemente incómoda para el Gobierno cubano. Él mismo reconoce que sus obras, como dramaturgo, han sido críticas, pero fue en noviembre de 2020 cuando junto a decenas de artistas se movilizó para pedir no solo comida y medicinas, sino libertad de expresión, de manifestación y de creación. Sucedió el 27 de noviembre ante el Ministerio de Cultura. Aquella acción desencadenó otras, que llevaron a las manifestaciones históricas del 11 de julio, y más tarde a la convocatoria de la Marcha Cívica por el Cambio, prevista para este 15 de noviembre. Coordinador y cabeza visible del grupo Archipiélago, convocante, fue centro de represalias, acoso, actos de repudio… Este martes, dejaba Cuba y aterrizaba un día después en Madrid por sorpresa, con un visado de turista que, de momento, le permite estar 90 días en España.
En los últimos doce meses usted ha participado en movilizaciones históricas contra el régimen cubano. ¿Qué se ha conseguido con ellas?
Ha pasado algo que se veía venir: una juventud que se comporta de una manera cada vez más revolucionaria, que es más consciente de las cosas por la que tiene que luchar, por los derechos que tiene que conquistar. Y, frente a ellos hay un régimen que es cada vez más conservador, menos abierto a dialogar, a reconocer la diferencia, a ser inclusivo. Un régimen que ya no tiene miedo a que le llamen por su nombre, dictadura, porque se ha comportado como una de las peores dictaduras. Durante este año hemos visto ese contraste: un pueblo cada vez más dispuesto a conquistar sus derechos, y una dictadura cada vez más aferrada a sus privilegios.
El régimen se ha visto sorprendido por el colectivo de los artistas, que hasta ahora protestaban a través de sus obras, pero no en las calles…
Es algo que sorprendió, en cuanto al tamaño de las protestas. Artistas que no habían protestado por la realidad del país rompieron el silencio. Eso siempre es el principio de algo. En los últimos tiempos algo se sacudió en Cuba, un país tan monolítico, tan estancado, tan paralizado, logró sacudirse. Y ahora estamos más cerca de los cambios que se necesitan.
Hace un año, pocas personas sabían quién era Yunior García. Hoy es una persona con una gran visibilidad, que molesta mucho al régimen. ¿Cómo ha vivido este cambio y la presión?
Al principio estaba lleno de un optimismo, que quizá era ingenuidad. Pensé que por caminos un poco más moderados se podían conseguir determinadas cosas. Que con el diálogo entre artistas, disidentes y el gobierno podía ser posible. Pero no lo han permitido. Nos han tratado como la peor amenaza, y mucho peor incluso que a los que utilizaron hace décadas métodos violentos de lucha. Al parecer están mucho más asustados con nuestros métodos, y somos una amenaza mayor. Con nosotros se han ensañado de una forma, a veces, salvaje.
¿Qué ha sido lo peor para usted durante estas semanas de acoso y represión antes de la marcha del 15-N?
Lo más doloroso han sido todos aquellos jóvenes que no tienen tanta visibilidad, y que están totalmente desprotegidos. Hay que preocuparse por ellos, porque algunos han perdido sus trabajos, han ido a parar a una cárcel, e, incluso, algunas madres jóvenes han sido amenazadas con quitarles a sus hijos… Pueden hacer cualquier cosa contra alguien que no es visible. Por eso hay que hacer todo lo posible para que no permanezcan invisibles.
¿En qué momento se dio cuenta de que tenía que salir de Cuba?
Fue el 14 de noviembre, alrededor de las 9 de la noche. Llamé al arzobispo de La Habana (con el chip de un teléfono de un amigo, pues tenía todos los teléfonos bloqueados) y le pedí perdón porque estaba sintiendo mucha rabia. Le dije: «Yo no quiero sentir esto. Tengo mucha rabia y tengo miedo de convertirme en un monstruo si dejo que esta rabia me gane». Llamé a mi esposa [con la que ha viajado a España] y a mi suegra, les pedí perdón porque no quería que pasaran por eso. Yo quería asumir ese día mi responsabilidad solo. Quería marchar en solitario. No me imaginé que tenía que someterlas a ellas a ese nivel de represión que sufrimos en la casa. Ellas me dijeron que no tenía que pedir perdón, que tenía que levantar la frente y entender que lo que estaba haciendo era justo. Eso me devolvió la fuerza. Si me quedaba en Cuba quizá no iba a ser un preso, no me iban a convertir en un símbolo como lo son Otero Alcántara o Maykel Osorbo. A mí me querían en silencio, humillado, sin poder salir… Yo tenía que romper eso. Mi única arma es poder decir lo que pienso. Y tenía que irme a un lugar donde pudiera hacer uso de esa libertad.
«Llamé al arzobispo de La Habana y le dije: ‘Yo no quiero sentir esto. Tengo mucha rabia y tengo miedo de convertirme en un monstruo si dejo que esta rabia me gane’»
Yunior Garcia, antes de la entrevista
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GUILLERMO NAVARRO
Mucha gente le apoyó en la convocatoria del 15-N, por ello han perdido el trabajo o han sido detenidos. El régimen venderá su salida como una victoria y una traición por su parte. ¿Qué le diría a los cubanos que le apoyaron y le han visto abandonar el país?
Tienen derecho a sentirse mal y a juzgarme, porque de alguna manera asumí una responsabilidad pública. Tienen derecho a cuestionarme. Si he perdido la confianza de algunos, voy a recuperarla. Haré todo lo posible, todo lo que esté en mi mano por ser fiel a mí mismo, y a los mismos principios que he estado defendiendo hasta ahora. Si no logro recuperarla, no importa, porque no se trata de mí. No se trata de Yunior García. Se trata de un pueblo que, más allá de caudillismos de mesías, lo que tiene que encontrar es su propia capacidad para aportar algo, y luego, entre todos, lograr un cambio en Cuba. El problema no es una persona, un nombre, es el propio pueblo de Cuba. Y cuando cobre conciencia de su poder, que puede ser tremendo, no hay dictadura que aguante a un pueblo que dice basta.
«El problema no es una persona, un nombre, es el propio pueblo de Cuba. Y cuando cobre conciencia de su poder, que puede ser tremendo, no hay dictadura que aguante a un pueblo que dice basta»
La comunidad internacional parece movilizarse más con lo que sucede en Venezuela, o también ahora en Nicaragua, pero se han normalizado las relaciones con Cuba, a pesar de su represión. ¿Cuándo cambiará esto?
Creo que esto se debe a la combinación entre una nostalgia inmadura hacia una época en la que había una esperanza utópica con lo que podía representar la revolución. Que en algún momento fue ese unicornio azul, que ya Silvio Rodríguez perdió, y que posiblemente no pueda recuperar. Y al mismo tiempo el régimen ha sabido ampliar sus tentáculos, sus influencias, el ‘lobby’ político… Quizá no haya dinero para comprar leche en polvo a los niños, pero enseguida aparece para mover determinadas influencias y lograr determinadas jugadas estrategias a nivel internacional para conseguir apoyos. Cambiará cuando el mundo deje de mirar a Cuba con hipocresía, con esa ingenuidad o ese romanticismo adolescente. O comprendan que el régimen se ha comportado como el marido abusivo que se porta mal con sus hijos, y mientras los vecinos suben el volumen de la radio para no involucrarse, para no buscarse problemas…, ¿qué clase de persona eres tú si guardas silencio y no haces nada por esos niños?
La palabra dictadura es muy difícil de pronunciar para algunos políticos. Una ministra del Gobierno de Pedro Sánchez, que no lo hizo, declaró no hace mucho que las palabras no son importantes. ¿Qué le diría usted?
Cuando miras el diccionario y ves la realidad cubana no cabe la menor duda de qué cosa es lo que hay en Cuba. Pero, respetemos también el tiempo de cada cual. Si no quieren utilizar la palabra dictadura, siempre pueden utilizar la palabra tiranía.
«Si no quieren utilizar la palabra dictadura, siempre pueden utilizar la palabra tiranía»
Ha dicho que seguirá luchando contra la dictadura cubana desde España, ¿qué acciones tiene previsto llevar a cabo? ¿Cómo lo va a hacer?
Haciendo uso de mi libertad de expresión, de movimiento… Voy a hablar con quien sea, sobre todo, para que no dejen de mirar hacia Cuba. Y no se trata de que apoyen a un bando o a otro. Se trata de pensar en el bien común de Cuba, y en el respeto de los derechos humanos. Se trata de que realmente haya la democracia que no hemos tenido en 70 años (desde 1952, cuando Fulgencio Batista dio un golpe de Estado). Y si el mundo puede hacer algo por acompañar al pueblo cubano en su lucha, eso realmente va a marcar la diferencia.
Ha dicho que volverá a Cuba…
Aunque el régimen esté celebrando mi salida con botellas de güisqui, se van a sorprender cuando regrese. Y lo voy hacer recuperado de esas heridas, de ese resentimiento. Porque no quiero hacer nada desde el odio. Necesito hacerlo desde la firmeza, la honestidad y los principios cívicos de la paz. No me interesa apartar a nadie, humillar a nadie. Pero me tienen que escuchar, y escuchar a todos los cubanos que hasta ahora no han podido hablar.
Una fuga «digna de una película», pero conocida y permitida por el régimen
Yunior García está convencido de que el régimen cubano le dejó salir de la isla, «no querían convertirme en un símbolo deteniéndome». Tras asegurar que no ha estado en contacto con nadie del Gobierno español, se muestra parco a la hora de desvelar detalles sobre su salida del país, para no poner en riesgo a nadie. Describe su fuga como «digna de una película», aunque solo ha trascendido que alguien le ayudó a conseguir un visado de turista, que le permitirá estar en nuestro país 90 días. De momento no sabe qué sucederá después de estos tres meses.
Sobre su salida de la isla, revela, que tras días viviendo rodeado de grupos que hacían actos de repudio y de agentes de la Seguridad del Estado, la madrugada del martes los alrededores de su casa estaban «vacíos» de gente «y sin patrullas». Alguien le llevó al aeropuerto, donde todavía pensó en la posibilidad de ser «detenido, y que tal vez habría una negociación» para su liberación. No fue así, y hoy nadie silencia a Yunior García.