Nacido en Montreuil (1958), en la ‘banlieue’/suburbios de París, en el seno de una familia judía de origen norteafricano, Éric Zemmour, está casado, es padre de dos hijos, ha publicado una docena de libros, se hizo célebre como periodista y polemista, antes de instalarse en una maraña de escándalos íntimos y procesos judiciales.
Desde hace una larga década, Zemmour ha sido perseguido judicialmente, acusado de «incitación al odio racista», «provocación a la discriminación racial», «incitación al odio religioso contra los musulmanes». Tras esos escándalos, la precampaña del nuevo candidato de extrema derecha ha provocado escándalos más a flor de piel: gestos obscenos, excesos verbales, enfrentamientos físicos, que Marine Le Pen ha comentado de este modo: «Como polemista, Zemmour estaba muy bien. Como candidato es poco presentable. Un aspirante a presidente debe unir a los franceses. Y Zemmour hace todo lo contrario, crea nuevas divisiones, muy duras».
En el terreno más íntimo, Zemmour protagoniza otro escándalo sentimental. El semanario ‘Paris Match’ publicó fotos suyas, en bañador, acompañado de Sarah Knafo, su «consejera» personal, en posiciones sensuales. Se descubrió entonces que Zemmour había pedido al divorcio a su esposa y madre de sus hijos. En vano, la esposa no concede el divorcio.
Así las cosas, el semanario Closer descubrió que Sarah Khnafo está embarazada: y Zemmour podría ser padre los próximos meses. A cinco meses de la elección presidencial, los escándalos de carácter racista y la polémica judicial del posible embarazo de su consejera pudieran complicar una campaña que comienza con tórridos colores pasionales.